Poema «Donde ya no había nada». Autor: Benjamín Santos Sáez. 21 de Marzo, Día Internacional de la poesía 2020

Título: Donde ya no había nada

En lo hondo del bosque, donde no hay camino, se encuentra el destino.

Y la suerte está echada.

Y las hadas recostadas, camufladas en las flores, repiten cantares.

El espíritu del bosque, a quien todos conocen, con honda tristeza, entrega las llaves, de un portal encantado.

Un tesoro escondido, a los pies de la gran montaña.

Un palacio con dos torres, una fuente embrujada.

Una ninfa llorando, derramando sus lágrimas.

Un manantial que retoña, donde ya no había nada.

Unos duendes suspiran, admirando las ruinas.

Una voz que escuchaban, susurrando la reina, su corona partida, un anillo tallado, una fecha pasada.

Recordando en silencio, un amor del recuerdo.

Una rana encantada, saltando hacia el agua.

Y en el fondo, unas algas, sus reflejos miraba, la diosa Pomona estusiasmada.

Unas nubes moradas, ocultaban la luna, que su cara mostraba.

Y en el fondo del mar, que una vez hubo, un pequeño barco, su madera podrida, y una vela engarzada.

Unos peces azules, que nadan en el agua.

Un gran puente romano, y su piedra desgastada.

Un pozo sin fondo, y un sol añadido, que resurge de abajo.

Y la luna admirada, le concede un deseo.

Donde ya no había nada, resurge el recuerdo.

De un amor caminado, que un destino pasado, olvidado destierro, enterrado en la arena.

Y las hadas del bosque, que despiden bondad, le conceden consuelo.

La Gran Diosa madre, con un libro en sus manos, repite un poema, que las hadas aprenden.

Sus memorias pequeñas, sus alas agitan, en el aire suspenden, este cuento cantado, que sus voces agudas, elevan al cielo.

Donde ya no había nada, un grandioso recuerdo, que la Diosa Locura enterró para siempre.

Y en lo hondo del bosque, el silencio reinaba.

Acabada la noche, un gran sueño dormido, junto a un árbol mágico, que la sombra le daba.

Un gran monstruo, allí abajo, lo devoraba.

Y las hadas del bosque, y su tristeza allí estaban.

Donde no hay camino, yacía la nada.

Un charco, reflejo del sol, en el agua.

Sugiere el camino, cuya llave se aprende, y atraviesan las hadas, y los seres del bosque, que junto a ellas habitaban.

El tesoro escondido, lo regala la reina, la corona partida, y el anillo tallado, su recuerdo olvidado, en lo hondo del bosque, donde ya no había nada, ahora habita el azar.

Le concede un deseo, un bonito recuerdo, y los faunos le engañan.

Donde ya no había nada.

Un bruja enfadada, que conjuraba, un hechizo lanzaba.

Mientras, una doncella en palacio, una fiesta celebraba, con la reina triste, en su trono sentada.

Y en el bosque encantado, los animales huían, porque el fuego les quemaba.

El Gran Viento del Norte, con todas sus fuerzas soplaba.

Y los árboles, sus ramas agitaban.

De una tormenta, el agua resbalaba, y el fuego se apagaba.

El Ave Fénix, de las cenizas que quedaron, resucitaba.

Y donde no había nada, la Diosa Pomona esperaba.

Primero a un joven, y luego a una anciana, que allí le contaba esta historia, de la que se enamoraba.

Y donde no quedaba ya nada, el príncipe, la rana que saltaba, un abrazo le daba.

Su mirada triste, estaba ya consolada.

Y una ligera sonrisa, revivía de la nada.

Y al fin, los seres mágicos del bosque, la reina, las ninfas, los duendes, los animales, y todas las hadas, alegres se quedaban.

Donde ya no había nada.

Autor: Benjamín Santos Sáez. España, 26 de Mayo de 2018.

«Su mirada triste, estaba ya consolada. Y una ligera sonrisa revivía de la nada». ( Benjamín Santos, 2018)