No hace mucho tiempo un artista me pidió ayudarle a ejecutar un proyecto, un gran nuevo proyecto según este. Le comenté que yo ya había dejado de ser artista y la verdad es que me encuentro harto de tantos artistas en los que predomina como en la vida, el egoísmo y las cosas superfluas. Creo firmemente que detrás de un verdadero artista se encuentran misterios que tan solo la expresividad de los ojos y la mirada pueden desvelar, y que el común de los mortales no entenderían, al menos en principio. Siento que ya he ayudado a otros, y quizás llega el momento de ayudarme a mí. Pues después de entregar tanto a otros, uno se da cuenta que ha dejado de lado lo más importante y es dedicarse a sí mismo. Cuidarse y dejar de ser artista por un momento, o por muchos momentos. Uno no es artista porque quiera, lo es y punto, aunque no quiera, se trata de un encargo en el que puedes comportarte como un mediúm. A veces te encuentras agotado de dedicar el tiempo a otros cuyos intereses solamente son ellos mismos y su meta es alcanzar la inmortalidad de forma banal. Quizás somos todos aprendices. Basta de tanto egoísmo, que predomina por todos los ámbitos de la vida.

Este aprendiz, que se encuentra ahora aquí, que ha pasado años sumergido en libros y en el estudio del arte y de otros conocimientos, y que ahora está despidiéndose del día, ha viajado por lugares remotos, ha conocido a gente realmente extraordinaria y lo ha visto en su alma, en sus ojos y en su piel. Quizás no se puedan desvelar los misterios del artista, la mirada que bien retrató nuestro querido Julio Romero de Torres al que admiro plenamente, y que bien retrató el misticismo y el duende, el misterio español de toda una época. Mis viajes han sido en muchos casos a lo más profundo del ser, viajes interiores a lugares desconocidos e inexplorados para encontrarle sentido a aquella ilusión perdida, a aquello que somos y que no nos han contado. A aquellos tesoros que partieron un día para no volver.
Gracias a las grandes personas y grandes artistas e intelectuales, que de forma inconsciente o consciente me ayudaron en su momento, con los que coincidí por casualidad y a los que tengo que agradecer un poco de aliento en momentos difíciles. A los grandes que están y a aquellos que ya no están, que en algún momento han formado o forman parte de mi vida. A aquellos que forman parte de mí y a toda esa gente sencilla que me rodea, que conforman a la persona aprendiz de artista que hoy soy. Gracias a aquellos que no se han comportado conmigo bien, a los que han sido injustos o se han equivocado, porque me han hecho más fuerte y me han hecho aprender lo que no quiero ni querré a mi lado.
Y gracias a Dios, porque creo firmemente en su existencia en múltiples formas y energías. Y porque creyendo, siento la ayuda necesaria para poder enfrentar aquellos nuevos retos, enigmas, y objetivos o nuevos proyectos, nuevos viajes que aún quedan por realizar, desde conocer más a fondo Roma o París hasta llegar a algún lugar pendiente donde he sido invitado a días de camino en el mundo asiático. Gracias a Dios por todo lo que me ha dado.
Un charco, reflejo del sol, en el agua.
Sugiere el camino, cuya llave se aprende, y atraviesan las hadas, y los seres del bosque, que junto a ellas habitaban.
Una rana encantada, saltando hacia el agua.
Y en el fondo, unas algas, sus reflejos miraba, la diosa Pomona estusiasmada.
(Extractos del poema fantástico dedicado a las hadas)
